Monday, September 25, 2006

De niño

Solía pensar que el queso estaba hecho de lunas...

Tuesday, September 19, 2006

Viene (dudoso)

Rosa lo escuchó perfectamente. Lo oyó con claridad, desde los pastizales, y pareció como si el grito hubiera trazado un sendero entre estos, desde la nada hasta sus oídos, y luego se hubiera transformado en un murmullo, que ahora la incitaba a buscarlo.
Rosa lo oyó, y fue como si le surcaran el cuerpo con cuchillos fríos.
Por eso se escondió. Allí, en el pequeño cuarto donde se guardan las herramientas. En esa suerte de casucha con olor a ratas envejeciendo.
Sólo debía esperar. Observó con detenimiento las conocidas paredes. Las recorrió con la vista, como si acariciara las rugosidades, y pronto ya no hubo nada que ver. Incluso los pliegues de su vestido de seda le resultaron inocuos, y entonces sólo quedó un objeto en la habitación capaz de cautivarla el tiempo suficiente. Como al descuido, su mirada recayó sobre sus guantes negros. Rosa comenzó a jugar con ellos, como amenazando desprender las correas que ajustaban el cuero a sus muñecas. Imaginó el espectáculo que escondían, y se estremeció con una risita. Palpó las cicatrices, la piel blanda (eternamente blanda) de la punta de los dedos, y el dolor acarició el borde de su cordura. Pudo sentir como se humedecía el interior, y cuando estuvo a punto de sucumbir al deseo de morderse, percibió como el sonido del exterior volvía, suavemente.
Al salir, un par de hojas secas le golpearon el rostro. Todo hasta donde se podía ver había tomado un tono amarillento, y el viento que jugaba con sus cabellos era definitivamente otoñal...
Quizás algún día lo esperaría. Le vería el rostro, y seguro pensaría en besarlo. Posiblemente se llevaran bien, y Rosa, una vez desinhibida, le mostraría incluso lo que sus guantes esconden. Se sonrió. A lo lejos, se perdía el eco de un lamento, plagado de colores tenues...

Tuesday, September 05, 2006

Cuando duerme

El roce contra las sábanas abre ligeramente sus poros. A eso de las cinco, podrías colocar un lápiz en cualquiera de ellos.

Sunday, September 03, 2006

Imagen (borrador)

Imagen

"También hoy pensaba en sueños. Estamos despiertos. Estamos tan tranquilos de nuestros sueños, porque ya se llaman sueños y creemos que es verdad.
Por eso pensaba que si los sueños no tuviesen ese nombre ni nada, y de repente me duermo y sueño, me volvería loca."
Luisina Castelli

Tan sólo un chirrido, largo y agudo, la habitación a oscuras, y mi cabeza (sólo mi cabeza) reposando en su interior. En cuanto observo su rostro, su llanto rojo, y esa expresión de leve sorpresa, el volumen aumenta, con una locura familiar.
El chirrido se detiene en cuanto abro los ojos. El sonido del viejo reloj lo remplaza de inmediato, sin dejar espacio al silencio, y el aroma de la madera tapa cualquier otra esencia. ¿Mi habitación? Aún no tengo fuerzas para incorporarme, pero un simple vistazo lo confirma. Son mis sábanas las que rozan contra mi cuerpo, y es mi aroma el que está impregnado en la almohada.
Nada huele a sangre. Nadie llora. Mucho menos yo. Ya casi es hora. Necesito un café.

El universo de aquello que me gusta se compone de dos cosas: El café, y el hecho de que la parada del colectivo esté frente a casa. El resto es momentáneo. Meros disfrutes carentes de demencia. Como sea, hoy el colectivo no viene, o tarda, que es lo mismo. Odio el frío, creo que entro. Quizás desde la ventana, al lado del calefactor, pueda verlo venir. Sólo quizás, ya no importa mucho.
Luego, el choque. El sonido monstruoso, una verdadera delicia, cortándolo todo en hebras delgadas. Cuando el aire deja de sacudirse, observo a la distancia los destrozos, y allí entre el metal, distingo su figura. Las ropas son distintas, pero el cabello delgadísimo, los ojos, y esos labios, aún suaves, aún tibios, son simplemente demasiado.

No sé cuantas veces doblo, no sé cuanta gente veo, eso no importa. Lo importante es huir. Perder esa imagen entre la multitud, o ser devorada por ella. Giro una vez más, y siento como mis pulmones piden clemencia. Abro la primera puerta que encuentro, y, mientras comienzo a entender, me sumerjo en una habitación a oscuras, donde todo huele a sangre. La puerta, y el mundo a mis espaldas se desvanecen. Un sueño, otro, o quizás el mismo. Pero no… Yo había despertado. El aroma de la madera, el sabor del café, incluso ese rostro, idéntico al mío, sobre el pavimento, eran indudablemente reales. Fue en algún momento después de eso. Tal vez mientras corría, o cuando doblé, quizás cuando giré el picaporte… ¿Cuándo comenzó el sueño? Tengo que concentrarme. Relajarme y pensar. Casi lo logro. Pero ahora algo me muerde. Ahí, en el cuello, algo suave y tibio…

Preludio

"También hoy pensaba en sueños. Estamos despiertos. Estamos tan tranquilos de nuestros sueños, porque ya se llaman sueños y creemos que es verdad.
Por eso pensaba que si los sueños no tuviesen ese nombre ni nada, y de repente me duermo y sueño, me volvería loca."

Luisina Castelli


A partir de esta cita escribí una especie de cuento bastante mediocre. Lo hice en 24 horas, y aún no le he corregido. Ya hablé de él en el blog, y en la próxima entrada se los muestro. Peguenmé lo que quieran. Ayuda.
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