Friday, July 13, 2007

12/07/07 ¿Final?



Sonata es el espíritu que deja agua por las noches. La llaman Rocío cuando no escucha. Ella recorre el cuerpo del vencido durante siglos, oliendo los trazos del metálico cincel. Con su lengua que gotea, trata de percibir los rastros de una invencible capa de lágrimas, que ella envidia al vencedor. Y es que incluso Rocío necesita saber que el otro late.
Ella revolotea y encuentra tu pecho... frío en espiral...

Thursday, July 12, 2007

24/10/06 (Sabueso)

Sobre la estatua de marfil, se iergue la figura del sabueso. De sus fauces penden tantos sueños, que si cayeran, partirían la tierra con su estruendo. Él no puede entender lo que decimos dependiendo de nuestros labios. No llega siquiera a entender el sentido de las súplicas y el llanto. Sólo camina por tierras poco pobladas, mostrando su semblante. Mostrando su Fatiga.
Si pudiéramos hacerle llegar un mensaje, si pudiéramos hacerle entender que pendemos de sus colmillos, agonizando... Nos soltaría.
El sabueso percibe, por el rabillo del ojo, lágrimas de mujer... y el mundo es entonces devorado por un aullido... sediento de clemencia.

Wednesday, July 11, 2007

(Probando Melody)

"Está aquí", murmuró, mientras nadie la oía. Últimamente, ese era el único momento en que podía decir algo. El olor de los cerdos le produjo arcadas nuevamente, pero recuperó la compostura. Muy pronto pudo ver los acompasados pasos de su presa. La paloma se tambaleaba de lado a lado por una dolencia en su pata derecha, haciendo su caminar aún más curioso que el de sus compañeras en buen estado. Melody había llegado a suponer esto tras una larga observación en el corral de las gallinas, donde pudo apreciar el cambio de actitudes caminísticas que sufrían las ponedoras cuando ella, por descuido y falta de higiene, las hería con la punta de las tijeras o algún otro instrumento.
Por estas razones se había comprometido a ayudar en la curación de esta ave, ya que, debido a sus experiencias reparando a las del corral, comenzaba a considerarse toda una eminencia en lo referente al tratamiento de las emplumadas.
Como sabía muy bien que la herida, por su condición de salvaje y desnaturalizada, se negaría a un proceso médico por voluntad propia, se había preparado para raptarla desde muy temprano, habiéndose escondido desde la mañana en los pastos altos, sosteniendo una bolsa tejida entre sus guantes negros.
La futura paciente no podía sospechar siquiera la velocidad que Melody había desarrollado con sus diversos pasatiempos, por lo que no tendría posibilidad alguna de escapar de las pequeñas manos encueradas. Melody se relamía en su futura fama de veterinaria, cuando Gorro saltó sobre el ave en cuestión y comenzó a pintarla de rojo con una inmensa brocha que seguro había robado de algún taller.
Ahora, detengámonos un poco en esto: Melody conocía a Gorro tanto como ustedes conocerían a Melody si yo no hubiera hablado ya tanto sobre sus costumbres y añoranzas. De este pobre conocimiento de la situación se deriva su sorpresa, su frustración y su llanto, llegado tan sólo luego de que la enorme trifulca entre el niño y el ave llegara a su fin con la retirada de la última, que ahora lucía un fuerte escarlata sobre sus plumas antes blancas.
Como decía, luego de eso, Melody rompió en un llanto, y fue entonces que Gorro la notó, y cuando la niña se enjuagó un poco los ojos y enfocó, ella también lo vio a él. Fue un encuentro extraño, pero les juro que fue así. Así comenzaba una alianza que llevaría a todo un barrio a pensar en el implemento de correas para niños.
La de las correas sí que es una buena historia. Pero para contárselas, tenía que contar primero esto, y presentarles, así, en un boceto, a Gorro y Melody, que son los que le dan sentido a esa historia. Y además, debería contarles muchas cosas más, ya que sino no entenderían, y una historia que no se entiende... Bueno, es una historia perdida. Mejor comienzo rápido con las explicaciones. No vaya a ser que pierdan el interés.

(A)

Las líneas de los Dioses eran frágiles, así que las escondí. Las escondí entre las arrugas de los árboles y el olor a kerosén. Escondí incluso los nudillos que habían amasado su carne, hasta imitar la perfección de los copos de nieve. Ahora se dedican a robar colores, pero yo no podía saber eso. Intenten culparme, los reto. Desafío a todas las lenguas que murmuran en el rincón. Desafió tu silencio y tu blancura... Desafío el frío invernal que escapa de tus labios, y a tu falsa pasión: le ruego que insista. Necesito creer en la existencia de ese puente. Necesito luz bajo mis pies, no suelo. Escupo sobre la tierra firme, toda blanca, pues ellos jamás dejan de robar. No, no te voy a tocar... Tengo las manos frías.
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