Wednesday, October 31, 2007

(Borrador)

“Huyamos”, dijo él, a unos metros de mí, con el sobretodo salpicado de aserrín y una mirada de esas que hacen que una película valga la pena. Dejo el libro de Casona sobre el banco, piso unas hojas secas y entonces me encuentro frente a él. Alto el tipo. Una cabeza de altura me sacaba, a mí, que niña y todo, tenía las piernas largas de una Diosa. No me limito a mirarlo a los ojos. Le meto las manos entre las ropas, le acaricio la piel, desprendo un poco el cinto, y bajo, hasta imaginar un gemido. Hasta pellizcarlo un poco al enredarme con su cuerpo. Luego me retiro, y él comienza a vestirse.

Semidesnudo, pero aún serio. Loco, sí, pero de esos de antes, que se hacían héroes al menor descuido. Vuelvo al banco, me siento acomodando la pollera, retomo el libro desde la página marcada por un rizo, y me limpio un denso hilo de baba con un pañuelo.

“¿Hacia dónde?”, le pregunto, y él se acerca, mientras busca los botones que le arranqué de la camisa. La dirección que me señala no es nada sugerente. Ni siquiera extiende los dedos. Se limita a hacer un ademán con la mano, y clava la vista en un sendero poco transitado por su fangosa consistencia. Pienso un momento en cómo decirle que no. Yo llevaba pollera: Era una dama. Y el fango y las damas son algo reacios a una compenetración poética.

El argumento no debería haber fallado ante alguien como él, cuya estructura mental recaía, indudablemente, sobre principios más estilísticos que lógicos. Pero, para mi sorpresa, él se limitó a señalar ciertas discrepancias entre las damas de la literatura y mi persona, haciendo hincapié, de vez en cuando, en lo curiosamente confuso del concepto, y su falta de uniformidad a lo largo de la historia.

Cuando me doy cuenta, caminábamos por la zona cenagosa, mientras él se enredaba la lengua en citas de Flaubert o Chateaubriand.

Tuesday, October 30, 2007

(Todavía sin nombre)

El chico acá al lado mío no tiene nombre (mis dibujos son machos o hembras, incluso los paisajes), lo que me ayuda a no determinar nada... Además, el sentido está sobreestimado, ¿no?.

Tinta china y acuarelas. Todo aplicado con pinceles. Está desprolijo. Pero ya era hora de que pusiera alguno a color.

En fin, opinen. Ojalá les guste.

Tuesday, October 23, 2007

(Sin título)

Personalmente, me desagrada este. Les recomiendo no mirarlo en tamaño completo... Y por favor, obvien el error del escáner...

Si sigo hablando, va a ser para quejarme... Mejor dejo acá. El post de abajo quizás resulte más placentero.

...

Los hombres admiramos hombres. Admiramos a los que saben. A aquellos que se sientan frente a lo incomprensible y ni se formatean.

Ellos comprenden, incluso, que cuando un lápiz no funciona, es porque el grafito se niega a lloverse en vano. Uno los imagina y calla, muerde la pipa, y piensa en la voz femenina más dulce... Los hombres no somos idiotas: Soñamos con serlo.

Soñamos con llovernos en palomares y cerveza, basurear a los pequeños, y empaparnos de mujeres. Soñamos con escribir grandezas, con una letra enorme, de puño que da bifes, e irnos a dormir (y a veces no) con Diosas que devoran cuerpos.

No le tememos a la muerte. Tememos al olvido, a la finitud (a la plenitud), y a los cuerpos flacos. Odiamos el aroma de las mañanas, y besamos la noche hasta el último de sus vestigios. Nos llenamos los pulmones de brea y filipinas, y, antes de dormir, nos imaginamos los miembros que querríamos tener, y nos tocamos por debajo de las sábanas...


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Me damos asco.

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